La «Locura» de los Artistas

 

Algunas veces tengo la impresión de comprender, aunque sea de una manera fugaz e inconcreta, el por qué de ese concepto tan generalizado, popular y a menudo superficial a cerca de la “locura” o rareza de los artistas; las razones en verdad complejas que nos hacen individuos con frecuencia solitarios, egoístas y difíciles de tratar. Claro está que habrá quien me diga que hay artistas perfectamente sociables, generosos y fáciles en el trato pero, dejando a un lado el hecho de que el significado de una palabra (por ejemplo solitario, egoísta, etc.) puede tener diferentes interpretaciones según el contexto y de que no se puede generalizar, yo ahora me estoy refiriendo en concreto a una manera profunda de sentir y pensar como artista, que es la de aquellos que no pueden quitarse de encima como quien cambia de chaqueta ese constante hervidero interior de gozo y angustias; esos que viven cada nueva creación con la virginidad emocional de la primera; esos que rozan por instantes la convicción de la grandeza desde la más profunda de las soledades; esos a los que, en ese preciso momento del éxtasis, les es imposible pensar en absolutamente nada que sea ajeno al proceso íntimo de la creación; esos que desconfían como norma de toda la parafernalia mercadotécnica y mediática de esta sociedad moderna, aunque tengan que participar de ella; esos, finalmente, para los que ser artista conlleva tal vez más sacrificios que placeres, y aún así no saben vivir de otra manera.

Solitarios porque más allá de la soledad primera que significa la conciencia para todo ser humano, ellos, además, tienen que soportar otra añadida, la de la tan frecuente incomprensión hacia su trabajo. Egoístas porque va a haber muy contadas cosas en este mundo por las cuales sean capaces de sacrificar su trabajo, lo que quiere decir, por otro lado, que también van a tener que renunciar a mucho. Y cuando digo difíciles de tratar no me refiero como amigos o conocidos (que quizá a veces también), si no en la intimidad y el trato diario, y el por qué de esto básicamente queda explicado arriba, cuando hablo de la soledad y sobre todo del egoísmo. A todo esto añadámosle la dificultad que supone en la mayoría de los casos ganarse la vida con el arte, lo cual lo enreda todo más, o acaso sea el propio origen del enredo.

Pero quizá el principal problema es que en estos tiempos veloces no sabemos ser pacientes y esperar, para madurar durante ese proceso natural que sólo puede darnos el paso de los años. Y tal vez por eso vivimos la mayoría con una sensación de vacío, porque esta sociedad nos empuja, y nosotros nos dejamos, a querer conseguir ¡ya! todo aquello para lo que aún no estamos preparados.

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